Para llegar al pueblo de Andacollo se debe recorrer un camino zigzagueante que va ascendiendo hasta los 1500 metros de altura, hoy es un camino pavimentado que nos conduce hasta el corazón de Andacollo para encontrarnos con nuestra querida chinita.
Pero hace muchísimos años atrás, cuando aún la presencia del soldado español no aparecía por el pueblo, la ruta hacia Andacollo era un sendero lleno de peñascos y precipicios, y los Incas tenían bajo su dominio estas tierras bondadosas del precioso metal amarillo.
Los indígenas que habitaban este lugar, pertenecientes a la cultura El Molle (300 a.c. – 700 d.c.), eran agricultores y pastores con conocimientos metalúrgicos en cobre. Aproximadamente desde 1470, el oro de Andacollo era llevado al Cuzco para incrementar los tesoros del Inca y su mujer, que era llamada “Colla”. De hecho, la palabra Andacollo deriva de esa actividad: En quechua, “Anta Colla” significa “Oro de la reina o reina del metal”.
Y cuando el Inca perdió tierras y oro, el caserío que formaba a Andacollo, luchó por vencer los infortunios y comenzó a acunar en su corazón un tesoro dantesco, la veneración a la imagen de la Santísima Virgen María, que data desde 1584. Los indígenas en su honor ofrecían flores, cantos y danzas, dando así origen a los Bailes Religiosos.
Según cuentan que la primera imagen de la Virgen María fue escondida por un español que huía del incendio de la ciudad de La Serena en 1549, (ciudad quemada por los aborígenes del valle de Copoyapo y Coquimbo) el soldado español la escondió en los cerros de Andacollo y años más tarde la pequeña imagen fue encontrada por un indígena llamado Collo .Al hallarla habría oído una voz que dijo “Anda, Collo, y cuéntale a tu pueblo que estoy aquí”. El indio habría asociado la Virgen a la Pacha Mama, llevándola a su pueblo e iniciando el culto a ella.
Más de un siglo más tarde, en 1676, algo pasó y nadie ha podido explicarlo, Don Bernardino Alvarez del Tobar, recién llegado al pueblo, al no encontrar la imagen primitiva ni capilla, reunió a los lugareños de entonces y se propusieron reiniciar la devoción mariana, entonces con 24 pesos de la época, mandó a construir a Lima la imagen de nuestra Señora de Andacollo, que hasta hoy es venerada en el Santuario La imagen es de poco más de un metro, de madera de cedro, de rostro indígena y de mirada misericordiosa, que sostiene a un niño Jesús, y se cree que es muy diferente a la original, aún así no menos venerada. Ese mismo año la imagen llegó, iniciando formalmente la tradición religiosa.
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